Esto va a ser muy complicado. El verano pasado ya intentamos quitar el pañal a Simón por la noche sin éxito y hemos vuelto manos a la obra. Pero no hay manera. Personalmente creo que está tan dormido que no se entera. De hecho, le da igual estar meado hasta las cejas que, salvo que le escueza, ni se inmuta.
Espero que no me flaqueen las fuerzas e intentaré llegar hasta el final, aunque he de reconocer que si no sale de manera espontánea… Vamos, que pienso que el niño tiene que estar preparado. Tiene que sonar el ‘clic’ en su cerebro que le dé la orden para llamar a mamá antes de mearse encima. Y no veo que eso vaya a suceder a corto plazo.
He hablado con él por la noche. Le he insistido hasta la saciedad para que me llame. Pero nunca me llama. Sólo lo hace cuando ya se lo ha hecho encima.
He probado a ponerme el despertador y levantarle dos veces por la noche. Pero solo he llegado a tiempo en dos ocasiones. Un desastre. Sábanas para arriba, sábanas para abajo… Al menos he de recononocer que no he perdido los papeles. Porque Elena dormida es un monstruo en potencia que tiene muy mala baba.
He probado a ponerle caritas tristes cuando se mea encima. Pero no ha servido de mucho y, aunque el capitán no está de acuerdo, paso de las pegatinas y de las caritas tristes. Encima de que el pobre no lo hace a propósito tampoco voy a machacarle por ello.
Ya saldrá. Mañana, pasado, el mes que viene o el año que viene.
Entretando, esta noche tengo dos citas con el grumete. A la 1 y a las 4 de la madrugada, así que corto y cambio.